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Los demócratas cierran un convención atípica con visibles divisiones

Las manifestaciones por parte de los seguidores más duros de Bernie Sanders, ya sea en las calles o dentro del estadio donde tuvo lugar la convención, fueron sin duda el tema que caracterizó al encuentro político que coronó a Hillary Clinton como la candidata presidencial para las elecciones de noviembre.

Esto, muy a pesar de un pequeño pero ruidoso grupo de votantes del senador por Vermont, que en toda ocasión posible dejó claro que no acompañará a la ex secretaria de Estado, desafiando así la decisión expresada por el líder de la “revolución política”.

La independencia de acción que tomó en Filadelfia el movimiento pro-Sanders comenzó con una gran fuerza que con el correr de los días fue menguando. No obstante, la resonancia siguió teniendo efecto hasta último momento por los pasillos del Wells Fargo Stadium, que albergó las sesiones demócratas.

La diseñadora de ropa Kelly Jacobs decidió exponer su apoyo a Clinton con indumentaria de motivos políticos que cambiaba cada noche, ya fuera con la imagen del presidente Barack Obama o la de la candidata a sucederlo.

En cualquier otra convención -esta fue su cuarta participación como delegada por Mississippi- su vestimenta fue siempre parte del espíritu festivo que conllevan estos encuentros; sin embargo, en esta ocasión eso fue motivo de gritos y persecuciones, según contó a Télam.

“Es mi cuarta convención y es la primera vez que he sido atacada, repetidamente, por parte de los seguidores de un candidato que no ganó la primaria; fui perseguida por una cuadra, me gritaron unas 40 personas, fue horrible”, relató, y subrayó que esta versión de las reuniones demócratas “no fue muy respetuosa”, como tampoco lo fue el proceso de elecciones primarias.

“Es una primaria y la regla es que una persona va a ganar, nunca fui a una convención en la que tengamos que estar preparados para que haya problemas; no me gusta la parte de que tenga que preocuparme de gente irrespetuosa”, agregó Jacobs, con un disgusto que se esfumaba rápidamente cada vez que alguien la paraba para tomarle una foto al modelo que decidió vestir con el rostro de Hillary Clinton en honor a la noche en la que su candidata se convertiría en la primera mujer en perseguir la Casa Blanca dentro de uno de los grandes partidos políticos estadounidenses.

Emmett Hansen, miembro del Comité Demócrata de las Islas Vírgenes, esperó pacientemente en la lenta fila que se armó en uno de los tantos puestos que vendían merchandising de la convención, a un costado de los pasillos circulares del estadio.

Con un sombrero lleno de prendedores que hacían referencia a su candidata y al partido que integra desde hace más de tres décadas, Hansen reconoció que este encuentro “es diferente”, con gente nueva en el proceso, como lo fueron los votantes de Sanders que, con su llegada, aportaron para que la campaña interna se moviera más un poco, especialmente hacia el centro.

Actualmente, “tenemos dos lados pero eso no es un problema porque eso es la democracia”, señaló a Télam el ex senador por las Islas Vírgenes, que considera que “hay que tener diferentes ideas” para evitar “hacer todos lo mismo”.

No obstante el nuevo espacio logrado, los seguidores más persistentes del ex precandidato socialista “no se dan cuenta cuánto ganaron, cuán exitosos fueron cuando llamaron a la revolución; a veces quedás tan atrapado en el movimiento que no te das cuenta cuando llegás al final del camino y la Convención es el final del camino, no en términos del trabajo que hay que hacer sino en cosas que los dos candidatos acuerdan”, explicó.

“Si tuviéramos todos el mismo pensamiento al mismo tiempo no haría falta hablar, no haría falta el lenguaje, haríamos todos lo mismo; necesitamos tener una voz disidente así sea para darle una mirada a lo que has hecho”, reflexionó.

Las convenciones demócratas -así como las del Partido Republicano- del proceso electoral 2016 serán recordadas por un denominador común: la aparición de un candidato antiestablishment o, como se dice en inglés, "outsider", que supo leer las necesidades y los requerimientos de una parte significativa de la población que ya no se sentía representada por las mismas propuestas y que imprimió presión en los partidos tradicionales, empujándolos a lidiar con una creciente polarización y con nuevos e inesperados estándares para los que no estaban totalmente preparados. (Télam)

MS

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