Jeanette Campbelli: a 80 años de la hazaña

Fue la primera mujer argentina en participar en los Juegos Olímpicos y también en obtener una medalla, en las pruebas de natación de Berlín 1936.

Nació en Europa dos décadas previas al momento cumbre de la medalla. Fue en 1916 en Bayona durante la Primera Guerra Mundial. Sus padres estaban de viaje cuando estalló la guerra. Decidieron refugiarse de las bombas y de las balas en el sur de Francia esperando el momento para volver. La espera duró más de dos años. En ese interín nació la futura nadadora. La familia Campbell regresó al país en 1918, desde Barcelona, y residieron siempre en el barrio Belgrano. Jeanette siguió los pasos de su hermana Dorotea, quien fuera campeona argentina de los cien metros libres en 1928. De muy pequeña empezó a nadar a una cuadra de su casa, en el Belgrano Athletic, hasta que se despidió de la práctica deportiva cuando se oficializó la suspensión de los Juegos Olímpicos de 1940 que se iban a realizar en Helsinki, Finlandia.

En la historia de la deportista no hay ni moralejas ni finales con perdices sino experiencias de un siglo que asomaba con épicas mujeres y que se dividía entre guerras mundiales. La medallista también conserva de Alemania otro premio: fue elegida la Reina de los Juegos Olímpicos. Fernando, mi amigo y colega que me acompañó pregunta más que yo. Yo miro o creo haber mirado con desinterés cada secuencia. Yo debía rendir un examen para mi nueva carrera: instructor de natación.

-¿Cuándo dejó de nadar?

-Después del 39 en Guayaquil dejé de competir. Luego sólo nadé por placer.

-¿Y ahora?

-No, no me gusta verme en traje de baño.

-¿Qué recuerdo tiene de aquella carrera?

-Un poco de lástima, pero por suerte mi memoria se acuerda de todo lo lindo de esa medalla. Nosotras, las mujeres, vivíamos en un circuito cerrado donde estaban todas las pistas y las piletas. Como habíamos llegado con tanta anticipación, nos pusieron una casa donde convivíamos 25 mujeres y allí nos hicimos muy amigas, entre ellas Perth, mi amiga de Australia. En ese lugar nos atendían y nos cuidaban como a reinas.

Cuando Jeanette habla de "lástima" no se trata de una mirada exigente del recuerdo de la prueba sino que se refiere a lo cerca que estuvo de la medalla oro. La carrera fue muy pareja. Ella llegó primera en girar a los cincuenta metros. Hasta ese momento Campbell iba brazada a brazada contra la alemana Gisela Arendt, que estaba en el andarivel siete. Faltando veinte metros la argentina se alejó de la nadadora local pero en la recta final la holandesa Hendrika Mastenbrock tuvo una recuperación asombrosa, multiplicó sus brazadas, su potencia y superó por dos décimas a Jeanette. Mientras redacto este perfil tardío encuentro el video de la prueba en YouTube. Tiene apenas 43 visitas.

-¿Cómo la trataron en el viaje?

-A la ida no me querían dejar demasiado con los muchachos. Entonces, cuando almorzábamos y cenábamos me pusieron en una mesa con los delegados. Los pobres tenían tantos problemas que todo el tiempo discutían, así que eso no era muy lindo. A la vuelta me senté con los amigos, de los cuales dos eran del Belgrano Athletic. Fue sensacional.

-¿Había una especie de rechazo porque era mujer?

-Sí. Era la primera vez que una mujer viajaba a unos juegos olímpicos y no tenían mucha simpatía. Además, algo que no supe hasta hace muy poco es que era la segunda vez que practicaban las mujeres en unos juegos, ya que la primera había sido en 1932 en Los Ángeles.

-Antes de viajar a Berlín, ¿pensaba que podía ganar la medalla de plata?

-Mire, estuve tan chocha [alegre] cuando gané la medalla. Cuando fui no tenía idea de que podía ganar. Sólo quería nadar. Por suerte gané la serie, después la semifinal y en la final terminé segunda. Estuve muy cerca del oro.

Campbell relata el resumen de su vida de forma sintética. Todo está a la vuelta de la esquina, el club, la pileta donde nadó toda su vida, el lugar exacto donde conoció a su esposo Roberto, quien fue también su entrenador. De nombre francés, de sangre escocesa y de procedencia europea, el micromundo de Jeanette es el refinado barrio de Belgrano. "Mi papá era escocés y mi mamá era argentina, hija de Mary Gorman, una de las primera maestras que Sarmiento trajo al país. Mi mamá se casó con John Campbell que había venido de Escocia y vivía en Pigué. Después se fueron en un viajecito a Escocia y cuando iban a volver estalló la Primera Guerra Mundial, así que se fueron al sur de Francia esperando volver. Allí nací yo. Por eso me llamo Jeanette", enumera la nadadora y resume tres generaciones en tres renglones.

El dato de Mary Gorman es excepcional. Ensayo posibles títulos: "La nieta de la primera maestra del sistema educativo argentino es la primera mujer olímpica". Mary Elizabeth Gorman, oriunda de Estados Unidos, hija de un clérigo bautista, tenía 25 años cuando arribó a Buenos Aires para rubricar el proyecto pedagógico de Domingo Faustino Sarmiento. Él quería que Mary fuera la directora de la escuela de San Juan, pero ella no se animó a cruzar campos, malones y potenciales degüellos. El viaje duraba quince días en diligencia y Mary se negó. ¿Qué fue de la vida de Mary? ¿Tu madre te contó la historia de Mary? ¿Es cierto que Sarmiento se ofendió con tu abuela porque se negó ir a San Juan? ¿Y de la fiebre amarilla? ¿Murieron casi todos quienes vivían con Mary en la mansión porteña? ¿Qué rasgos hay de tu abuela en tus agallas viajeras? Nada de esto le pregunté. Un cronista improvisado con poco olfato. Un ex periodista con ansias de nadador. La mujer de 84 años soltó el dato, lo extraño, lo curioso, su herencia de sangre universal, su perfil de ciudadana del mundo. Yo me anclé en su universo cotidiano: Belgrano, su cuadra.

De aquel encuentro me quedaron varias fotos tomadas con una cámara analógica, una desgrabación de la entrevista, una apostilla extremadamente barroca que escribí para el diario de Colón -la ciudad donde nací-, algunos recuerdos muy vagos y confusos, una pila enorme de repreguntas que no hice, apuntes que jamás anoté, sensaciones que magnifiqué en su momento y detalles que se me escaparon, que los dejé ir, que los abandoné. Hacía pocos días que me había alejado del periodismo. El telegrama de renuncia al canal de noticias donde trabajaba fue la rúbrica jurídica para mi abandono profesional luego de casi cuatro años de trabajo como productor de primicias. Ya no creía en el "último momento", en el impacto como herramienta imprescindible de la tele, en las historias bañadas de sangre y lugares comunes. Aún no había leído a Gay Talese y su mirada sobre el escepticismo como valor del periodista: "Un periodista tiene que estar harto, enfadado con la situación y reaccionar. No pueden ser tan pasivos". Yo estaba harto, sufría el escepticismo pero no reaccionaba. No quería ser más periodista. Quería que mi viejo no se muera. Y temblaba de pánico.

Había comenzado un nuevo siglo y el universo no se había terminado. Yo buscaba nuevos horizontes en el curso corto: "Sea Instructor en Natación en un año con rápida salida laboral", cambiar la nada por nadar hasta que me topé con la historia de Jeannette Campbell, la dama que sobrepasó la estadística.

¿Por qué fui a verla? Una posibilidad: sentí la terrible necesidad de ir a conocerla antes de repetir como un loro en el examen final de Historia de la Natación los datos que hoy están en la web. La más probable: estaba desocupado y no sabía qué hacer, pensar un plan, una salida para evitar el bajón post-renuncia, no suicidarme, huir del pánico y le propuse a mi amigo y periodista del diario La Capital de Rosario, Fernando Gabrich, ir a visitar a la abuela heroína Jeanette Campbell. ¿Vamos? Sí, claro, me dijo. Y fuimos.

Jeanette Campbell murió el 15 de enero de 2003 en su casa del barrio de Belgrano. Fernando Gabrich publicó la entrevista en el diario La Capital. Yo abandoné el curso de instructor de natación dos meses después del encuentro y jamás rendí Historia de la Natación. Regresé al periodismo el 14 de marzo del 2001, cuatro días después de la muerte de mi viejo, nueve meses antes que el país estallara en el diciembre más trágico de Argentina, el diciembre que terminó con el menemismo prolongado en el gobierno del tibio De la Rúa.

El dato de Mary Gorman es excepcional. Ensayo posibles títulos: "La nieta de la primera maestra del sistema educativo argentino es la primera mujer olímpica". Mary Elizabeth Gorman, oriunda de Estados Unidos, hija de un clérigo bautista, tenía 25 años cuando arribó a Buenos Aires para rubricar el proyecto pedagógico de Domingo Faustino Sarmiento. Él quería que Mary fuera la directora de la escuela de San Juan, pero ella no se animó a cruzar campos, malones y potenciales degüellos. El viaje duraba quince días en diligencia y Mary se negó. ¿Qué fue de la vida de Mary? ¿Tu madre te contó la historia de Mary? ¿Es cierto que Sarmiento se ofendió con tu abuela porque se negó ir a San Juan? ¿Y de la fiebre amarilla? ¿Murieron casi todos quienes vivían con Mary en la mansión porteña? ¿Qué rasgos hay de tu abuela en tus agallas viajeras? Nada de esto le pregunté. Un cronista improvisado con poco olfato. Un ex periodista con ansias de nadador. La mujer de 84 años soltó el dato, lo extraño, lo curioso, su herencia de sangre universal, su perfil de ciudadana del mundo. Yo me anclé en su universo cotidiano: Belgrano, su cuadra.

De aquel encuentro me quedaron varias fotos tomadas con una cámara analógica, una desgrabación de la entrevista, una apostilla extremadamente barroca que escribí para el diario de Colón -la ciudad donde nací-, algunos recuerdos muy vagos y confusos, una pila enorme de repreguntas que no hice, apuntes que jamás anoté, sensaciones que magnifiqué en su momento y detalles que se me escaparon, que los dejé ir, que los abandoné. Hacía pocos días que me había alejado del periodismo. El telegrama de renuncia al canal de noticias donde trabajaba fue la rúbrica jurídica para mi abandono profesional luego de casi cuatro años de trabajo como productor de primicias. Ya no creía en el "último momento", en el impacto como herramienta imprescindible de la tele, en las historias bañadas de sangre y lugares comunes. Aún no había leído a Gay Talese y su mirada sobre el escepticismo como valor del periodista: "Un periodista tiene que estar harto, enfadado con la situación y reaccionar. No pueden ser tan pasivos". Yo estaba harto, sufría el escepticismo pero no reaccionaba. No quería ser más periodista. Quería que mi viejo no se muera. Y temblaba de pánico.

Había comenzado un nuevo siglo y el universo no se había terminado. Yo buscaba nuevos horizontes en el curso corto: "Sea Instructor en Natación en un año con rápida salida laboral", cambiar la nada por nadar hasta que me topé con la historia de Jeannette Campbell, la dama que sobrepasó la estadística.

¿Por qué fui a verla? Una posibilidad: sentí la terrible necesidad de ir a conocerla antes de repetir como un loro en el examen final de Historia de la Natación los datos que hoy están en la web. La más probable: estaba desocupado y no sabía qué hacer, pensar un plan, una salida para evitar el bajón post-renuncia, no suicidarme, huir del pánico y le propuse a mi amigo y periodista del diario La Capital de Rosario, Fernando Gabrich, ir a visitar a la abuela heroína Jeanette Campbell. ¿Vamos? Sí, claro, me dijo. Y fuimos.

Jeanette Campbell murió el 15 de enero de 2003 en su casa del barrio de Belgrano. Fernando Gabrich publicó la entrevista en el diario La Capital. Yo abandoné el curso de instructor de natación dos meses después del encuentro y jamás rendí Historia de la Natación. Regresé al periodismo el 14 de marzo del 2001, cuatro días después de la muerte de mi viejo, nueve meses antes que el país estallara en el diciembre más trágico de Argentina, el diciembre que terminó con el menemismo prolongado en el gobierno del tibio De la Rúa.

Y espero cada 15 de enero para encontrar un medio que quiera publicar esta necrológica que no habla de una muerte, sino de muchas.

Fuente:lanacion.com.ar

E.C

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