La hija de Marita Verón, entre las amenazas y la lucha por dejar atrás el drama

Tenía sólo tres años en 2002, cuando su madre desapareció; su abuela se volvió un ícono de la lucha contra el crimen organizado

 

 Micaela tiene 18 años y lucha, como casi todos a su edad, por ser ella misma. En esta ciudad más o menos lo consigue, pero el "hija de" cada tanto aparece. "Inti" -como le dicen sus amigos- es la hija de María de los Ángeles Verón, "Marita", cuya búsqueda se convirtió en un símbolo de la lucha contra la trata de personas. Micaela tenía tres años en 2002, cuando la vio por última vez en San Miguel de Tucumán, donde vivían.

Alta, lánguida y de cabello oscuro largo, Micaela es desenvuelta y extrovertida, pero varias veces durante las más de dos horas de charla con LA NACION pelea contra las lágrimas. Aunque no quiere ser "la hija de", sabe que por eso mismo está conversando con este diario; en sus pocos años fue hija de "la puta", de "la buscada", de "un caso" y de "una bandera".

"No la quiero idealizar, mi mamá era una persona común. La fui armando, conociendo por un libro, una especie de diario que hizo con sus amigas y conservo, por lo que dicen otros. Fui descubriendo cosas que no son ciertas; nadie nunca me dijo claramente nada. Yo sola me fui armando la historia", dijo. Una de las pocas cosas que tiene de "Marita" es una remera que, como cábala, usa cada vez que tiene que rendir.

Hace tres meses que Micaela no tiene custodia personal, pero cuando la visita su abuela, Susana Trimarco, un móvil de la Gendarmería estaciona frente a su casa. Pasó más de una década con dos personas pegadas. La familia recibe periódicamente amenazas y mensajes intimidatorios.

"Es no tener privacidad, saber que siempre hay alguien supervisándote, sabiendo adónde vas, qué haces, con quién. Si para cualquier adolescente es difícil rendir cuentas? imaginate." Después de tantos años, ni siquiera piensa que sea un alivio.

Estudia Antropología en la Universidad Nacional de Córdoba, lee mucho y de todo (aunque la poesía la seduce especialmente), disfruta de la música, pero todavía más del silencio y de la soledad. Desde que "Marita" desapareció, vivió con sus abuelos; ahora le queda sólo Susana. Con su padre tiene poca relación; él no participa de la búsqueda.

El 3 de abril de 2002, "Marita" fue a una consulta médica y desapareció de la faz de la tierra. Por testimonios y por la investigación se da por hecho que la captó una red de trata y prostitución que actuaba con complicidad de la policía tucumana. Desde entonces su madre la busca incansablemente.

En 2012, un tribunal absolvió a todos los acusados; el fallo provocó un cimbronazo político. Un año después la Corte tucumana revocó la decisión y condenó a 10 de los 13 imputados. En marzo pasado otra resolución de la Corte ordenó que esos acusados deberán seguir presos hasta que haya sentencia definitiva.

A Micaela no la dejaron ir al juicio. La defensora de menores le explicó que sería muy duro. "Una injusticia más en la lista de injusticias que me pasaron. Tuve que verlo por tevé o esperar a que me contaran. No pienso, no quiero pensar qué le pasó; no quiero construirlo", dijo.

Nunca en la charla dice qué supone sobre el destino de su madre y no parece esperanzada cuando menciona que la búsqueda sigue. Para ella la justicia no es tal, no tiene "relevancia", no cree que "tenga la capacidad para decidir qué es real y qué no, quién es culpable y quién inocente". La califica de "poco humana" y duda de la capacidad "de escuchar" de los funcionarios.

Micaela percibe que siempre estuvo "metida en el medio de todo" y que, tal vez por eso, nunca nadie se sentó a explicarle: "No me preguntaron ni intentaron acomodarme, es como que había cuestiones más preocupantes. Cuando tenía 4 años andaba en un prostíbulo buscando a mi mamá; hace tres años nos mudamos 10 veces por las amenazas. No me cuesta adaptarme ni a las personas ni a los lugares; debo tener «síndrome de acomodación»", dijo.

Experimentó excavaciones, esperó resultados de análisis de restos óseos; hace tres años se hizo un ADN para, al final, descartar que un adolescente que vivía en Alta Gracia fuera su hermano. Una testigo dijo que "Marita" había sido madre en La Rioja mientras estaba secuestrada y otra, que la había visto con un bebe en brazos en 2003.

"No hay pistas certeras sobre mi vieja; no hubo nunca un acercamiento total. Hay llamados, pedidos de plata de quienes dicen saber dónde está, pero nunca ocurre nada. Trato de mantenerme como al margen porque si no te deprimís o enloqueces -sostuvo-. No me da la cabeza para escuchar a las víctimas [de trata], no puedo estar con ellas. Es como que quieras olvidarte de algo y siempre te lo traigan." Son, seguramente, relatos que le hacen imaginar lo que vivió su madre.

G.I

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