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El barrio de casas rodantes que terminó en escombros


Todo es lamento y desolación en Islamorada, un cayo de la Florida donde 106 familias perdieron sus pertenencias.

Patty Purdo lloró cuando entró a su casa rodante en los cayos de Florida, devastados por la furia del huracán Irma. Está destruida y sus puertas bloqueadas por escombros. "Tuve que abrir un hueco con una motosierra para sacar algunas de mis cosas", dice.

Cuando entra a través de un hueco desigual en un costado de su vivienda, se pone a llorar.
El panorama es desastroso en el estacionamiento de casas rodantes Seabreeze, en Islamorada, un cayo a mitad de camino en la hilera de islotes que caen desde el sur de Florida y acaban en Key West.

"Este era mi porche", dice Patty, señalando una pila de escombros. Ríe nerviosamente. "Soy horticultora. ¿Es muy raro que me preocupe por mis plantas? Yo amaba mis plantas".

Pero las plantas, así como todo lo demás, desaparecieron.

Los residentes creen que al menos tres cuartas partes de los tráilers colapsaron hasta los cimientos por el azote de Irma, cuyo ojo barrió los cayos desde el domingo en la madrugada con intensidad de 4 sobre 5.

Lo que antes era una comunidad de 106 tráilers ahora es un montón de escombros. Entre las pilas de madera y montañas de arena que trajo el mar se amontonaban colchones, radios, televisores, muebles destrozados e incluso una moto de agua.

Ahora los residentes están aterrados de que los dueños del lote barran la zona con topadoras y construyan algún lujoso hotel, lo que los dejaría aún más en la calle.

"No nos queremos ir", llora Patty, una mesera de 55 años.

"Nosotros somos la gente que te sirve la cena y el almuerzo y el café por la mañana. Nosotros somos el pueblo, no somos la gente rica que vive aquí".

Los Cayos de Florida son un arrecife de islas coralinas que se extienden 180km desde el Sur del estado y están conectadas por 42 puentes sobre el mar, que ayer estaba plácido y tan azul como el cielo despejado. La zona es un paraíso para los amantes de los deportes acuáticos, con sus pueblos playeros de aspecto rústico y sus característicos buzones de correo en forma de manatí, casi todos derribados por Irma.

Pero ahora el escenario es otro. A lo largo de la ruta hasta Islamorada se ven palmeras desraizadas, postes caídos y yates hundidos. Las casas están rodeadas de escombros. El olor entre marino y podrido llena el aire.

La destrucción en los cayos comenzó a ser visible ayer cuando las autoridades abrieron el paso a los residentes hasta Islamorada, luego de haber limpiado la ruta de escombros, que ahora se acumulan en los bordes de ambas calzadas.

Desde ese punto hasta Key West, el paso sigue cerrado hasta nuevo aviso debido a la "devastación" descripta el lunes por el gobernador, Rick Scott, cuando sobrevoló el área.

GP.

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