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La depresión encabeza el ranking de enfermedades en la región

Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, la padece alrededor del 5% de la población; en la Argentina, unos dos millones de personas

Contrariamente a lo que se cree, a la cabeza del ranking de patologías en la región y en el mundo no están ni los males cardíacos ni el cáncer: un 25% de la carga de enfermedad corresponde a los trastornos mentales severos. En segundo lugar se encuentran las lesiones (accidentes, suicidios, homicidios y violencia intrafamiliar), en el tercero, dependiendo de los países, el VIH/sida o los problemas cardíacos, luego los tumores, la diabetes, y otras patologías.

Según el especialista, se estima que unos 50 millones de personas padecen de depresión en el continente americano, y que esta cifra representa un incremento del 50% para el período 1990-2013.

La depresión se manifiesta como tristeza, pero también como trastornos del sueño, del apetito, sentimiento de inutilidad u odio hacia uno mismo, dificultad para concentrarse, recordar y disfrutar. Se presenta con mayor frecuencia en mujeres que en hombres, se instala en la primera juventud y afecta a todos los grupos etarios. Es, también, una de las mayores causas de pérdida económica, tanto por los costos que origina como por disminución en la productividad.

"Es la primera comorbilidad -afirma Andre Blake, Director Nacional de Salud Mental-: agrava todas las enfermedades clínicas y en las patologías crónicas el riesgo se multiplica por cuatro."

La depresión puede surgir por múltiples factores, pero tiene una alta dependencia de determinantes sociales como la pobreza y el empeoramiento de las condiciones económicas. La literatura científica muestra que una persona que queda sin trabajo tiene mayor probabilidad de padecerla. "En un estudio que conduje recientemente -agrega Vigo-, observamos que a medida que aumenta la pobreza, crecen las tasas de este cuadro, especialmente en hombres jóvenes. Esto es sumamente grave para los países en vías de desarrollo, porque no pueden beneficiarse precisamente de aquellos que están en edad de trabajar. Por otro lado, también vimos que la desproporción entre la carga de la enfermedad y los servicios de salud es directamente proporcional a la pobreza del país. Los que más recursos tienen más destinan a las enfermedades mentales y a mejores servicios."

Más allá del estigma y la banalización, hoy se cuenta con recursos terapéuticos para enfrentarla. "Actualmente hay tratamientos muy efectivos -destaca Blake-; entre ellos, la psicoterapia cognitiva. También hay antidepresivos muy eficientes. La combinación de ambos da resultados óptimos." Como medida preventiva, aconseja la actividad física. "Es motivante y combate el estrés, uno de los factores de riesgo más importantes para desarrollar depresión."

Para Cohen, es imperativo "crear servicios de salud mental en todos los hospitales generales con camas para la internación, cuando ésta sea necesaria, con disponibilidad de psicofármacos para un uso racional y profesionales bien formados. Pero también debe haber equipos de salud mental que den continuidad a los cuidados, con apoyo a las familias y visitas domiciliarias, entre otras actividades. La mayor dificultad no está en la internación, que por lo general se reduce a un promedio de 15 días, sino en su sostenimiento en la comunidad los restantes 340 días del año".

La Ley Nacional de Salud Mental 26.657, promulgada en 2010, establece cómo debe organizarse el sistema de salud mental para atender a las personas que lo requieran sin marginarlos de la comunidad. "Lamentablemente -subraya-, desde su sanción, muy poco se ha hecho. Se da también una paradoja: siendo la Argentina uno de los países del mundo con mayor proporción de psiquiatras y psicólogos por habitante, la cifra de población desatendida no es diferente de la de países con tres o cinco veces menos cantidad de especialistas.

-Mantenernos en actividad.

-Asumir que tenemos disminuida nuestra capacidad porque estamos enfermos y no esforzarnos por demás.

-Dividir las actividades en pequeñas tareas.

-No aislarnos.

-Tratar de realizar actividades que nos den o nos hayan dado placer.

-Postergar la toma de decisiones trascendentes.

-Ser conscientes de que los pensamientos negativos surgen de la enfermedad y rechazarlos.

-Sabiendo que el tratamiento es de mediano o largo plazo, seguir las indicaciones del médico y no cambiarlo por nuestra cuenta.

-Asumir que la depresión es una enfermedad, no un defecto del carácter.

-Y una vez que logramos alejarla, repensar nuestro estilo de vida.

G.I

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