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¿Por qué los jóvenes de Islandia dijeron no a las drogas?

Islandia es un país lejano y desconocido. Una isla del norte de Europa perdida en el océano Atlántico. Una “tierra de hielo” casi deshabitada y difícil de encontrar en un mapa.

Pero este año su nombre se ha vuelto familiar. ¿El motivo? Es uno de los pocos países del mundo donde los jóvenes están dejando de fumar y de consumir drogas y alcohol.

A este fenómeno lo llaman “el secreto islandés”. “Islandia sabe cómo acabar con las drogas entre adolescentes, pero el resto del mundo no escucha”: así tituló el periódico El País, de España, una noticia sobre ese secreto.

Hace 25 años, los adolescentes de Islandia estaban catalogados como los más bebedores de Europa. Más del 40 % se embriagaba por lo menos una vez al mes y la cuarta parte fumaba a diario. Los índices de delincuencia juvenil alcanzaban niveles preocupantes. Caminar de noche por las calles de Reikiavik, su capital, era una aventura peligrosa. Entonces las autoridades se dieron cuenta de que tenían que hacer algo.

En 1998, el gobierno puso en marcha el programa “Juventud en Islandia”, un esfuerzo mancomunado del gobierno, las familias y un grupo de científicos a los que se sumó el psicólogo estadounidense Harvey Milkman. Desde un comienzo, el trabajo no se dirigió a tratar a adolescentes con problemas, sino, sobre todo, a conseguir que los jóvenes dejasen de beber o de consumir drogas.

En esa época, las iniciativas para la prevención del consumo de drogas se basaban en la educación, alertando a los jóvenes sobre su peligro. El principio básico de los investigadores islandeses se basó en un diagnóstico crudo: la educación sobre las drogas no funciona porque nadie le hace caso. Por eso decidieron adoptar un enfoque diferente.

La tarea no fue fácil. En primer lugar, el grupo diseñó una encuesta dirigida a los jóvenes de 14 a 16 años con preguntas sobre el consumo de alcohol, cigarrillo y drogas y su frecuencia. También, sobre el tiempo que pasaban con sus padres, las actividades que compartían y la calidad de su relación con ellos.

La encuesta se aplicó durante varios años consecutivos para poder lograr resultados confiables. Las respuestas permitieron a los investigadores comprender que los responsables del problema no eran los adolescentes, sino los adultos. Los estudios también mostraron que la mayor participación en actividades extraescolares y el aumento del tiempo pasado con los padres disminuían entre los muchachos el riesgo de consumir tabaco, alcohol y otras drogas adictivas.

El psicólogo Harvey Milkman, uno de los principales diseñadores de la encuesta, se preguntó entonces: “¿Por qué no organizar un movimiento social basado en la embriaguez natural, en que la gente se coloque con la química de su cerebro –porque me parece evidente que la gente quiere cambiar su estado de conciencia– sin los efectos perjudiciales de las drogas?”

El movimiento se organizó con la ayuda del Estado, los padres y algunas organizaciones no gubernamentales y deportivas. Casa y Escuela ―la entidad que agrupa a los padres de estudiantes en Islandia―, estableció un acuerdo que los padres tenían que firmar para reforzar los vínculos entre los padres y los centros de educación. Se aumentó la financiación estatal de los clubes deportivos, musicales, artísticos, de danza y de otras actividades recreativas con el fin de ofrecer a los muchachos otras maneras de sentirse parte de un grupo y de encontrarse a gusto, sin necesidad de consumir alcohol o drogas.

Hoy, los índices de consumo de alcohol, tabaco y drogas entre los jóvenes se han reducido del 42 % a niveles que oscilan entre el 3 % y el 5 %.

Amor, familia, tiempo compartido, arte, deporte, inclusión. No son palabras mágicas, pero creo que ayudan a definir el “secreto islandés”.

Fuente elcolombiano.com

 

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