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El 48% de los chicos en la Argentina vive en la pobreza, según un informe de Unicef

El estudio reveló que 6,5 millones de niños padecen problemas de educación, hábitat, agua potable, salud, protección social, vivienda adecuada y saneamiento.

La frase es repetida, pero la cachetada se siente como nueva: la pobreza tiene rostro de niño. Porque el refinamiento conceptual que teóricos de los principales organismos internacionales hicieron para determinar “qué es ser un chico pobre en este mundo” generó un aumento notable en las cifras. Y ahora Unicef focalizó la cuestión en Argentina, donde no nos va nada bien. El informe Pobreza monetaria y privaciones no monetarias es una fotografía a partir de estadísticas del propio INDEC, donde se ve que el 48% de los niños y adolescentes de 0 a 17 años tiene vulnerado al menos uno de los derechos básicos relacionados con la educación, el saneamiento y la protección social. ¿Podría ser peor? Sí. Tomando en cuenta los hogares monoparentales, la pobreza no monetaria sube dos puntos; y la monetaria le llega al 52% de los chicos argentinos.

Siguiendo con las malas, Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social de UNICEF, adelantó lo que ya se siente en el aire: que las cifras serán peores en el próximo informe, ya que el difundido ahora no contempla los efectos del ajuste y la inflación del segundo semestre de este año.

“Tuvimos una baja sensible de pobreza desde 2006 a esta parte, tras la crisis de 2001, cuando veníamos de niveles muy elevados, con un 66% de personas pobres. La baja fue fuerte y sistemática, tanto en la pobreza monetaria como en la no monetaria. Pero nos preocupa el impacto de la situación actual, que obviamente va a generar un cambio en la tendencia y los datos de 2019 seguramente sean un paso atrás”, pronosticó, en diálogo con Clarín.

Coincide con Jorge Paz, director de la Universidad Nacional de Salta, institución que trabajó en el estudio de Unicef, junto con la Universidad Nacional General Sarmiento, el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico y Equity for Children. Según Paz, “las privaciones no materiales seguramente no se muevan mucho, pero las monetarias sí. Dada la inflación, seguramente el año que viene se registre un aumento de cinco puntos en los niveles actuales de pobreza general”.

En el aire se percibe una crítica importante a las estadísticas oficiales, insistentes en obviar la cuestión “multidimensional” de la pobreza, lo que ya está bien definido por la Convención de los Derechos del Niño y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En este punto Argentina y su Encuesta Permanente de Hogares atrasan, pero, de todos modos, “aunque no están incluidos aspectos como salud o nutrición, a la EPH la exprimimos”, aclaró, en la presentación del informe, el investigador de la Universidad Nacional de General San Martín Luis Beccaria.

Pero, ¿qué significa “pobreza multidimensional”? Como aclara el informe, “vivir en pobreza durante la infancia significa no asistir a la escuela ni aprender, saltar una de las comidas o ir a dormir con hambre, no tener zapatos o vestimenta digna, estar privado de atención médica y estar expuesto a enfermedades, vivir en un hogar sin agua potable, electricidad, en espacios inseguros y en condiciones de hacinamiento o enfrentarse a muchas otras carencias”. Casi la mitad de los chicos argentinos pasa por alguna de estas situaciones en día a día.

Ya lo había adelantado, en junio de este año, un informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Y ahora lo corrobora Unicef, pero con varios detalles interesantes, según las regiones del país y las seis dimensiones que contemplan: Educación, protección social, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso al agua segura y hábitat seguro.

En las palabras de Waisgrais, “cada región del país tiene su karma. En el Gran Buenos Aires, la principal restricción es por el agua y en segundo lugar están los temas de saneamiento y hábitat”. Aclaró que “la ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley ya tiene este informe en sus manos”.

“El Noroeste, en cambio, está muy asociado a las problemática de vivienda y la necesidad de contar con servicios públicos ligados al saneamiento”.

Dicho en otras palabras, a los chicos les afecta en términos de pobreza (justamente por ser “privaciones”) si viven en un ambiente hacinado, con piso y techos adecuados y si la tenencia del lugar es segura. O, en cuanto al saneamiento, si cuentan con un baño razonable y de uso propio.

En el Noreste, siguió Wasgrais, “el hábitat es un indicador importante, por las viviendas en zonas inundables o cercanas a basurales. Además hay temas de protección social, con chicos que no acceden a la Asignación Universal por Hijo, o que se involucran tempranamente en el mercado del trabajo”.

En Cuyo y el Centro del país “el tema saneamiento, el agua y la protección social son los principales problemas”. Y Jorge Paz explicó la situación del sur: “Es un caso distinto porque ahí la cuestión de la infraestructura está más resuelta, por lo que salen a la luz, con gran peso, otras privaciones individuales: Educación y protección social, en especial”.

Dejando los porcentajes de lado, las cifras traducidas a personas impresionan: 6,3 millones de chicos tienen, en algún sentido, pobreza no monetaria. De ellos, 3,5 millones son, además, pobres “económicos”, es decir, por el ingreso insuficiente en sus hogares. O sea que hay otros casi 3 millones de niños y adolescentes que son pobres, pero están invisibilizados en las encuestas cuantitativas.

“Queremos hacer un llamado al Gobierno de que las encuestas públicas sumen información de las otras dimensiones de la pobreza. Ya lo hace la UCA y lo hacemos nosotros, pero no podemos reemplazar el monopolio de las encuestas públicas… monopolio en el buen sentido, para captar y tener un termómetro de la situación social”, enfatizó Waisgrais.

Y concluyó: “Hay una paradoja en los últimos dos o tres años. Se puso gran énfasis y mejorar las estadísticas y la evidencia, pero hay resistencia a hablar de la pobreza, de meternos a fondo y pensar políticas públicas. Nos falta madurez y más compromiso. Porque en un mediano plazo uno se puede proponer reducir la pobreza general, pero la extrema, la indigencia, ese 4% que no llega a cubrir una canasta de comida, que es nuestra vergüenza nacional y se resolvería con políticas simples, es inaceptable”.

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