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El aumento de emisiones químicas en China deteriora la capa de ozono

Análisis atmosféricos permitieron localizar la región desde la que se están emitiendo CFCs de forma masiva a la atmósfera a pesar de los acuerdos internacionales

En el año 2018, un trabajo publicado en la revista Nature hizo saltar todas las alarmas medioambientales. Un equipo de científicos alertaba de un aumento constante de la presencia en la atmósfera de clorofluorocarburos, los temidos CFC que destruyen la capa de ozono, a pesar de que su producción lleva años prohibida a nivel internacional por el protocolo de Montreal.

Las mediciones realizadas desde distintos observatorios del planeta, como el de Mauna Loa, en Hawái, indicaban que las emisiones globales de un tipo concreto de este gas, el CFC-11, habían experimentado un aumento constante desde el año 2013 y apuntaban a una posible procedencia del sudeste asiático. Pero, ¿de dónde procedían exactamente aquellas emisiones?

Un equipo internacional de investigadores desvela ahora la localización concreta de la mayoría de estas emisiones: la región al nordeste de China que incluye a las provincias de Shandong y Hebei.

En un trabajo publicado también en la revista Nature, el equipo de Sunyoung Park y Matt Rigby describe las mediciones atmosféricas y simulaciones por ordenador que les permiten determinar que este es el lugar del que proceden entre un 40 y 60% del aumento global de triclorofluorometano (CFC-11), un producto utilizado especialmente para la fabricación de espumas aislantes para la construcción, además de para refrigeración. Sus datos indican que entre 2014 y 2017 las fábricas de esta región de China han emitido a la atmósfera unas 7.000 toneladas máscada año.

“En las últimas décadas principalmente hemos visto caer las emisiones de CFC por el protocolo de Montreal”, explica Rigby, “Por este motivo fue inesperado cuando se reportó el año pasado que, a partir de 2013, las emisiones globales de uno de los CFCs más importantes de repente empezaba a crecer”. Pero las mediciones procedentes principalmente de dos observatorios en Corea del Sur y Japón, junto con las simulaciones realizadas con la colaboración del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) han revelado su procedencia.

“A partir de los datos coreanos y japoneses, nuestros modelos muestran que las emisiones de CFC-11 del este de China han aumentado alrededor de 7.000 toneladas por año desde 2012, especialmente alrededor de las provincias de Shandong y Hebei”, asegura Luke Western, coautor del estudio. “No hemos encontrado pruebas de aumento de emisiones de Japón, la península de Corea ni otros países para los cuales nuestras redes son sensibles”.

Los autores creen que estas emisiones continuaron al menos hasta finales de 2017 y afirman que puede haber otros focos que no aparecen en sus datos y simulaciones, debido a las localizaciones de los observatorios de referencia. En cualquier caso, aseguran, este estudio “representa un hito especialmente importante políticamente para la capacidad de los científicos atmosféricos para determinar qué regiones están emitiendo sustancias que dañan el ozono, gases de efecto invernadero y otros productos químicos y en qué cantidades”, asegura Ray Weiss, coautor de la investigación.

“Es vital ahora que descubramos qué industrias son responsables de las nuevas emisiones”, añade Rigby. “Los productos que les queden pueden estar ocultos en edificios y podrían ser finalmente emitidos a la atmósfera en las próximas décadas”. Después de las denuncias del año pasado, las autoridades chinas identificaron y cerraron algunas instalaciones ilegales, pero podría haber otras muchas fábricas clandestinas que, por ahorrar costes, están dispuestas a generar un grave problema al medio ambiente y a la salud de millones de personas.

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